Nuestra visita a las comunidades asentadas en las márgenes de los ríos Ampiyacu y Apayacu. (Brillo Nuevo, Pucaurquillo Bora, Pucaurquillo Huitoto, San José de Piri y Yanayacu) se dio como parte del proyecto TRIBAMA durante el primer trimestre del año. Un trabajo de campo realizado en tiempos de pandemia por unas comunidades indígenas que fueron duramente golpeadas por el ataque de un virus silencioso. La aparición del COVID 19, ha desnudado las enormes carencias de los servicios de salud pública rural en la región Loreto. Las comunidades de la cuenca del Ampiyacu-Apayacu solo cuentan con puestos de salud en las comunidades más grandes, con servicio bastante limitado, escasas medicinas e insuficiente personal técnico especializado.
La enfermedad llegó y golpeó duramente a la zona urbana y rural de la región Loreto, nadie estuvo preparado para afrontar una enfermedad de esta magnitud, los pronósticos no eran nada favorables y se esperaba una alta mortalidad en las comunidades indígenas. Pero, si bien, la enfermedad llegó a las comunidades, enfermando a muchos, generando miedo y zozobra, los impactos, en lo que se refiere a la mortalidad, no fueron tan dramáticos como se pensaba. Después de visitar las comunidades y haber conversado con sus pobladores, estamos seguras de que la sabiduría y el conocimiento que las mujeres y hombres de estas comunidades tienen sobre los bosques que las rodean fueron la mejor garantía para combatir el virus y mitigar sus efectos letales. Las familias usaron muchas plantas medicinales (matico, malva, limón, ajengibre, múcura, entre otras) para combatir el virus, pero también para mantener a raya a otras viejas enfermedades conocidas en la zona, como la malaria, el dengue y las enfermedades diarreicas que afectan en un alto porcentaje a la población infantil.
Los territorios de las comunidades indígenas de la cuenca del Ampiyacu-Apayacu están surcados por numerosas quebradas que descargan sus aguas en el gran río Amazonas. Los ríos Ampiyacu y Apayacu son completamente navegables durante las épocas de creciente o vaciante, siendo el hogar de una enorme y rica diversidad de animales y plantas que son el sustento de las comunidades indígenas que se asientan en ellos. Para llegar a estas comunidades desde Iquitos, la capital del departamento, se debe descender el río Amazonas hasta la ciudad de Pebas, de ahí surcar los sinuosos ríos que son la puerta de entrada a estas comunidades. Siguiendo los protocolos de seguridad para proteger nuestra salud y la de los comuneros, llegamos a las comunidades previa coordinación con las federaciones indígenas de estas cuencas. Como siempre fuimos recibidas con amabilidad y mucha expectación, a pesar de la situación tan dura que viven estas comunidades. La pandemia nos ha obligado a buscar nuevas estrategias para el trabajo de campo y modificar las formas en las que dialogábamos con las comunidades. No pudimos realizar reuniones comunales, desarrollando entrevistas que, a pesar del distanciamiento y la barrera visual generada por las mascarillas, no dejaron de ser cercanas y, debido a la necesidad de diálogo, mucho más cálidas y afectuosas.
Los pobladores ocupan su tiempo principalmente en la agricultura, la caza, la pesca y la crianza de aves de corral; actividades que son permanentes en los territorios de unas comunidades que son adyacentes al Área de Conservación Regional Ampiyacu Apayacu. En nuestras conversaciones, los pobladores de las comunidades nos informaron que desde la creación del Área de Conservación Regional, los recursos naturales se habían recuperado rápidamente, algo que era impensable hace una década, debido al impacto que provocaban los foráneos al extraer los recursos del bosque. En este sentido, el acceso al recurso alimentario en tiempos de pandemia no fue un problema, ya que hoy día cuentan con suficientes recursos naturales de la zona para satisfacer sus necesidades básicas, tanto para la alimentación, para la construcción de sus viviendas y para obtener algunos ingresos económicos que les permiten cubrir algunos gastos.
La pesca, el aprovechamiento sostenible de madera en sus territorios titulados, la cacería, la producción agrícola y el aprovechamiento de recursos forestales no maderables (frutas, resinas, etc.) son actividades clave de subsistencia que han permitido asegurar la soberanía alimentaria y la resiliencia de la economía familiar frente a la pandemia. Asimismo, se destaca el profundo conocimiento ecológico tradicional de las poblaciones locales, una fortaleza que ha permitido la soberanía alimentaria y la resistencia frente al COVID-19. Aunque hemos percibido una debilidad en la identificación de los espacios que son de gran importancia cultural, aun podemos afirmar que la relación de las poblaciones indígenas con los seres no humanos que habitan los bosques y con los que comparten el paisaje ha sido la base del cuidado sostenido del medio ambiente durante generaciones. Si bien, esta relación hoy se ha debilitado, sigue estando presente en las comunidades.
Atardecer en Yanayacu
Margarita del Águila Villacorta
Manuel Martín Braña
Dirección de Investigación de las Sociedades Amazónicas- IIAP